domingo, 3 de julio de 2011

Los Misterios de la Masonería (tercera parte)



ARTÍCULO PUBLICADO EN “NOTICIAS” DEL 18 DE JUNIO DE 2011

CLASES MAGISTRALES

Materia/ Historia

Los misterios de la Masonería

De las originales fraternidades de arquitectos que se reunían en secreto en galpones hasta las múltiples logias actuales, la institución recorrió un largo camino de transformaciones. En Argentina, vinculó a gran parte de la dirigencia nacional y aún mantiene su sede principal en la calle Perón.

EN LA ARGENTINA

En nuestro país, los masones se organizan en talleres de ideas o logias, que se agrupan en una organización denominada Gran Logia de Libres y Aceptados Masones que tiene su sede en la calle Pte. Perón (ex Cangallo) 1242 de la Capital Federal. También se reúnen en organizaciones continentales a los únicos fines del intercambio y la fraternidad, pero en ningún caso reconocen otra autoridad que la de sus propios países. Todas las ceremonias masónicas están presididas por la bandera nacional.

En una muy breve recorrida podemos mencionar 14 ciudadanos que ocuparon la Presidencia de la Nación y que fueron masones: Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes, Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Pena, Victorino de la Plaza, Hipólito Irigoyen y Agustín P. Justo. De políticos y dirigentes que ocuparon la oficina de la vicepresidencia fueron masones: Salvador María del Carril, Juan Esteban Pedernera, Mariano Acosta, Adolfo Alsina, Francisco B. Madero, Norberto Quirno Costa, y Julio A. Roca (h), aparte de otros ciudadanos que, en virtud de la ley de acefalia, ocuparon transitoria o circunstancialmente la vicepresidencia o ejercieron la primera magistratura, tales como Antonio del Pino, Benito Villanueva y otros.

Entre los escritores, sin agotar la nomina, pero a modo de ejemplo, demos algunos nombres: de Bartolomé Hidalgo, José Hernández, Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo, Miguel Cané, José Mármol, Alejo Peyret, Eduardo Wilde, José Ingenieros, Roberto J. Payró, Alejandro Korn, Leopoldo Lugones.

También hubo periodistas como los hermanos Varela, los hermanos Gutiérrez, Olegario V. Andrade, Miguel Goyena, Servando A. Gallegos, Ovidio Lagos, José S. Álvarez (Fray Mocho), Joaquín V. González.

Científicos, entre ellos, Luis M. Drago, Juan Antonio Fernández, Teodoro Baca, Manuel Augusto Montes de Oca, Eduardo Acevedo, Oscar Doering, José María Ramos Mejía, Eliseo Canton, José María Moreno, José Miguel Guastavino, Juan María Gutiérrez, Ricardo Gutiérrez, Carlos Murray, Florentino Ameghino, Martín Spuch, Eduardo Logia Holmberg; e investigadores del pasado como Lucio V. López, Manuel Trelles, Antonio Zinny, Alejandro Rosa, José M. Pelliza, Adolfo Saldías, fueron masones.

Hubo incluso masones entre los hombres de armas. Los almirantes Manuel Blanco Encalada, Luis Cabassa, Bartolomé Cordero, Mariano Cordero, Edelmiro Correa, Antonio Somellera, Daniel de Solier, Enrique G. Howard, Enrique B. García; o los generales Juan A. Gelly y Obes, Wenceslao Paunero, Emilio Mitre, Benjamín Victorica, Félix Benavides, Eduardo Broquen, Emilio Conesa, Donato Álvarez, Nicolás Levalle, Eleodoro Damianovich, Cesáreo Domínguez, Rosendo María Fraga, Manuel Fernández Oro, Teodoro García, José M. Francia, Eduardo Racedo, Zacarías Supisiche, Nicolás Vega, Francisco J. Reynolds, Joaquín Viejobueno, Luis J. Dellepiane, sin olvidar figuras de menor graduación pero no por eso menos apreciadas, como Luis Piedrabuena, Luis Py, Erasmo Obligado, Clodomiro Urtubey, Santiago J. Albarracin, Félix Dufourcq o Jorge Reyes.

También hombres de teatro: Florencio Sánchez, Roberto Casaubon (conocido como Roberto Casaux), Emilio Onrubia, F1orencio Parravicini, Enrique García Velloso, Ezequiel Soria, Enrique Muiño, Enrique de Rosas, Luis Arata.

Y por supuesto artistas como Carlos Enrique Pellegrini, Ignacio Manzoni, Prilidiano Pueyrredón, Mariano Agrelo, Martín Boneo, Ernesto de la Cárcova, Rogelio Yrurtia.

Hemos incluido en esta breve nómina a aquellos que tuvieron destacada actuación en el seno de la Gran Logia de la Argentina durante las centurias pasadas y a quienes forjaron la libertad y grandeza del país en los diversos ordenes de las ciencias, la enseñanza, las letras, las artes, el periodismo, las profesiones liberales, las fuerzas armadas, las actividades políticas, etc.

Ex profeso no incluimos eclesiásticos, que los hubo y los hay. Esa omisión se debe al deseo de evitar que su memoria, tan querida para los masones, sean ellos obispos o simples miembros del clero regular o secular, se vea librada a críticas fundadas en la irracionalidad del fanatismo. Claro está que en cambio podemos incluir los nombres de sacerdotes que en forma pública rompieron sus vínculos con la Iglesia Católica Romana, como Julián S. de Agüero, el doctor Emilio Castro Boedo, el doctor Celestino Logia Pera, o el doctor José E. Labbe. Por supuesto, en su momento la Iglesia tomó las medidas que creyó convenientes y ellos supieron asumir su propia defensa en la forma brillante.

No está de más recordar a la Comisión Masónica de ayuda a las víctimas del cólera que azotó a Buenos Aires y otras ciudades. Posteriormente se creó la de ayuda a las víctimas de la fiebre amarilla, durante la espantosa epidemia de ese flagelo, que asoló a Buenos Aires en 1871, presidiendo el cuerpo médico el doctor Juan José Montes de Oca. Esta última comisión, que se transformaría en la famosa Comisión Popular de lucha contra la fiebre amarilla, fue presidida, con abnegación y celo infatigable, por el doctor José Roque Pérez, el primer Gran Maestre de esta Gran Logia, quien, junto con muchos otros hermanos, como Argerich, Pereyra Lucena, Keil, Guillermo Zapiola, Martínez de Hoz, perdieron la vida en el noble desempeño de su humanitario deber, voluntariamente asumido.

También fueron miembros de esta Gran Logia quienes acudieron en ayuda de las víctimas del terremoto de Mendoza en 1874, así como en 1880, cuando hizo crisis en un movimiento armado el conflicto cuyo epilogo seria la fijación de Buenos Aires como Capital Federal de la República, un Cuerpo Masónico de Ayuda a los Heridos, germen fecundo, entre nosotros, de esa benemérita institución que es la Cruz Roja Argentina.

Fueron también ellos quienes promovieron la discusión y aprobación de la Ley de Registro Civil y de Matrimonio Civil; hicieron asimismo posible la sanción de nuestra sabia Ley 1420 de Educación Común, estableciendo la enseñanza primaria obligatoria, gratuita y laica, eficaz instrumento civilizador, e imprescindible prolegómeno de la Ley Avellaneda sobre enseñanza universitaria, que tanto ha contribuido a nuestro progreso cultural y social. Además, en diversas oportunidades propiciaron la inclusión del divorcio absoluto en nuestra legislación; y propugnaron siempre la equiparación de derechos entre la mujer y el hombre.

Y en todas partes donde haya habido en la República masones agrupados en Logias, surgieron como testimonio de su celo y actividad, instituciones progresistas, centros culturales, bibliotecas y asociaciones filantrópicas: las primeras bibliotecas populares, la primera Comisión Municipal de esta ciudad, germen de su actual gobierno comunal, la primera escuela de artes y oficios que se organizara en el país, la Sociedad Tipográfica Bonaerense, la Sociedad Farmacéutica y Bioquímica Argentina, el Colegio de Escribanos, la Sociedad Geográfica Argentina, la Sociedad Amigos de la Astronomía, la Sociedad Rural Argentina.

También es rastreable la masonería y su influencia en el nacimiento de la Sociedad Científica Argentina, la Academia de Medicina, el Circulo Medico Argentino, el Instituto Geográfico Argentino, el Centro Naval, el Circulo Militar, la Fraternidad (ferroviaria), la Fraternidad de Concepción del Uruguay, la Unión Industrial Argentina, el Circulo de la Prensa, el Ateneo Iberoamericano de Buenos Aires, el Asilo de Mendigos, el Asilo de Sordomudos, el Hospital Durand, el Hospital de Niños y todos los hospitales de colectividades extranjeras que hoy brindan sus servicios no sólo a esas colectividades, sino también a gran parte de la población, y hasta la Sociedad Protectora de Animales.

Los integrantes de la actual Gran Logia en la Argentina consideran que sus predecesores sirvieron al país decorosamente y con acendrada lealtad, por lo cual lucen sin vana jactancia ni exagerada ostentación, este pasado que acabamos de mostrar fragmentaria y muy brevemente. Pero que da pruebas de su patriotismo y amor a la humanidad, de su devoción por todo lo que atañe al hombre, a sus necesidades y derechos, a su vocación altruista, filantrópica y progresista, para servir al país.

Este pasado también los compromete a perseverar en la labor, siempre inconclusa, del francmasón, inspirándolos para ello el honroso ejemplo de quienes los precedieron, siguiendo siempre su trayectoria hacia el logro de nobles y elevados ideales.

Por Albino Gómez: Periodista, escritor y diplomático.
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