Espero que Apolo sea benigno con estos mortales, que osan hacer aún lado su presencia tras un manto de espesas mortajas de agua, cuando en el día de mañana haga su presencia sobre estas vastas e ínfimas tierras.
Oremos.
Oh Apolo, Señor de Delfos, oh magna gracia portadora de la vida y la muerte, perdona a este pueblo que en el día de las lluvias hace caso omiso a tu gloriosa presencia vivificadora de vida.
Que en el día de mañana, cuando tu graciosa majestad se haga presente sobre el vulgo, que tu candor abrase a los impuros que reniegan de vuestra majestad y adoran con herejía a la impúdica lluvia.
Oh glorioso Señor del Fuego, que se haga justicia cuando las llamas purificadoras de la verdad se presenten como dádivas de tu ser en esta tu grey.
Oh poderoso hacedor y constructor de todo lo que es y será; oh magno y augusto, que tu verbo sea semilla fecunda, que tu piedad se derrame sobre este pueblo pecador.
Que la luz disipe las tinieblas.
Loado seas y eternamente loado seas.
Rolando ÝÑIGO-GENIO
Salta, 11 de noviembre de 2011
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